¡No le temas al papel en blanco!

Ninguna obra nace de un tirón. Los poemas requieren un ejercicio de (re)escritura constante.

Escribí lo que sientas en el momento, describí los objetos que te rodean, hacé una lista de recuerdos de la infancia, pensá en algo que te haya causado alguna emoción fuerte y registralo en el papel. Gran parte de lo escrito será descartado, pero otra parte llamará tu atención.

Ahí se esconde el poema: solo hay que lustrar la superficie para que salga a la vista.